UN UNICO CAMINO

 



Todas las religiones, todos los caminos de espiritualidad o sendas que persiguen realmente el desarrollo de la persona, acaban en el mismo lugar: el encuentro íntimo y trasformador con la Trascendencia, sea cual sea su nombre. Ese encuentro sanador y transformador con nuestra Fuente, es posible porque somos parte de ella; Ella ó El, el arquitecto supremo, la Ruaj, está con nosotros. Nos creó a su imagen, por ese ese diálogo, esa presencia continua suya en nosotros, en nuestra vida, es posible.

Desde este punto de partida, ¿Qué nos queda ahora? ¿Cuál es el siguiente paso? Sin lugar a dudas, dar a conocer este presencia real de Dios en la vida del mundo, en la vida de cada ser humano, por todos los confines de la tierra.

Hechos 1, 6-11 “No os toca a vosotros saber los tiempos o las sazones, que el Padre puso en su sola potestad; pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra”.

¿Por qué es tan importante este mensaje para el ser humano? Siempre que nos sentimos tristes, cansados, desmotivados, sin esperanza, es porque estamos desconcertados de nuestro Dios, de nuestra fuente.

En los momentos de mayor dificultad, a veces nos alejamos de Dios. Creyendo que Él, tiene alguna responsabilidad en lo que nos pasa; que nos castiga de alguna forma. No entendemos el sufrimiento y el dolor en nuestra vida. Nadie quiere el dolor. Dios no desea el sufrimiento de las personas ¿Qué padre o madre desea ver sufrir a sus hijos? Y si dios es puro amor, no podemos ni siquiera imaginar que Él envíe sufrimientos a sus hijos. Esto es impensable.

Existe hambre, genocidios, robos, asesinatos, mentira, odio…pero todo esto es fruto del ser humano y de la maldad que hay también en sus corazones porque están lejos de Dios. Esto ha existido desde siempre en la historia de la Humanidad. El mal no es obra de Dios. Jamás puede serlo.

¿Cómo eliminamos este mal entonces?  Cambiando nuestros corazones.

Hay desempleo, no porque dios quiera, sino porque los gobiernos terrenales no se afanan en serio en crear medidas para general empleo, pues el principal motor del mundo es el enriquecimiento personal a costa del sobreesfuerzo de otros. Incluso ahora en épocas de crisis mundial, lo más importante ahora es el mantenimiento de los órdenes políticos y económicos establecidos, por encima incluso de la propia vida humana.

La enfermedad tampoco es obra de Dios. Nuestro cuerpo está sometido a infinidad de pruebas y elementos externos, y a veces queda extenuado, al límite de sus propias defensas. El modo en como evolucionemos o muramos, no es obra de Dios. Es el sencillo curso de los acontecimientos biológicos de nuestro cuerpo físico.

Podríamos enumerar uno a uno cada uno de los problemas más importantes que afectan a la humanidad. Nos daríamos cuenta que todos ellos tienen su raíz en el  ser humano.

Pero Dios está ahí, constantemente. Esperándonos pacientemente a que acudamos a El en busca de luz, de fuerza, de sabiduría para entender, de conexión íntima con su ser que nos reconforta. Es más, diría que Él es el único que puede reconfortarnos plenamente de todas estas dificultades del mundo-

Y no le pedimos que nuestro dolor desaparezca, porque no depende de él, sino que le pedimos que alivie nuestro modo de llevar ese sufrimiento. Le pedimos que nos dé herramientas para comprender el sentido de ese sufrimiento en nosotros, en este preciso momento de nuestra vida en el que el dolor forma parte de ella y ser capaces junto con el de salir lo menos dañados posibles de esta situación de dolor.

Cuando se nos muere un ser querido, hemos de acudir a dios con todas nuestra fuerzas, no para pedirle explicaciones de por qué nos ha hecho esto, sino para que nos fortalezca en la fe y certeza de que ese familiar nuestro se encuentra acogido en sus brazos y desde donde sea que esté, se transforma en un ángel protector para nosotros, los que nos quedamos aquí a la espera de nuestra marcha. Porque recordemos que aquí estamos de paso. Esta vida no es la única ni la última. Acudir a Dios en la dificultad, no es resignación, sino fuerza extraordinaria y poderosa. Es recordar que Él es nuestra roca y nuestro refugio como dice el salmo.

Porque junto a Él, nadie es vulnerable.  

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