¿QUE ES ESO DE LA TEOSOFÍA?


Es necesario llegar a un determinado punto de la vida, edad o momento para ser capaz de integrar, comprender y dar sentido a todo el resto de tu vida anterior.
Lo hermoso del ser humano es que cada cual tenemos un momento distinto y único para este despertar, y esto es lo que nos permite ser diversos y complementarnos de alguna forma unos con otros.
Es cierto que desde nuestro sentido de pertenencia al mundo, ese sentido de vínculo profundo con todos los demás seres humanos, podemos llegar a seguir aprendiendo y enriqueciéndonos mutuamente en nuestro interior en ese avance hacia nuestro destino, o hacia nuestro viaje o hacia nuestro regreso. Ya cada cual verá hacia donde se dirige.
Ahondar en esta ocasión en la Teosofía, me hace darme cuenta que la palabra ya me produjo escalofríos, la primera vez que la escuche de labios de mi compañera de camino Encarna. Algo había en esa palabra que erizaba hasta el último milímetro de mi piel. Aquella tarde de hace ya algunos meses comencé a profundizar en esa enciclopedia inmensa de la red internet y me deje conducir hacia donde la Ruaj quisiera llevarme, en busca de esa senda iniciada de la teosofía. 
Traducida como “sabiduría de Dios”, en el sentido etimológico;  cercana a la Teología “Ciencia de Dios”, que ha formado parte de mi existencia desde el año 2002 y que sin saber por qué, me condujo luego al estudio de las Ciencias de las Religiones, a la simbología oculta de Jung, a los documentos doctrinales del Concilio Vaticano II (que habla sobre el papel fundamental de los laicos, o sobre el dialogo ciencia y espiritualidad, o sobre la universalidad de la fe…)  al estudio y profundización de  los códigos éticos templarios, rosacruces o cataros o a la profundización en la Biblia. 
Nunca he sabido cómo estos saberes fueron formando parte de mi tiempo de ocio. Nunca nadie me ha explicado por qué en plena adolescencia recorría mis cuadernos con dibujos de rosas y cruces y que luego integras en alguna otra filosofía aprendida o recuperada; comienzas a vislumbrar tenues recuerdos de tu infancia, rodeada de gente desconocida en tu casa, que con libros y documentos hablaban o recitaban algo…
Nunca he sabido cómo iban llegando a mis manos, “por casualidad” ejemplares de biblias de diferentes idiomas que ni siquiera dominaba entonces ni ahora. Aquella biblia luterana en portugués, recuperada desde el fondo de un cajón de mesita olvidado por alguien en aquel hotel. Aquella otra biblia anglicana escrita en inglés, olvidada en el tren de cercanías junto a mi sitio, durante mi estancia en Tara-Irlanda,... 
La experiencia más extraordinaria la tuve hace unos años en la ciudad de Ceuta. Allá por el 2004. Me habían invitado a una mesa redonda sobre el tema mujeres y religiones. En la mesa compartía espacios y tiempos de exposición con hermanas judías, hindúes, musulmanas. Y yo casual y curiosamente acudía representando a las iglesias cristianas católicas. 




 Sí os puedo compartir que todos los allí presentes,  (el aforo completo ascendía a 385 personas) sintió la presencia de lo divino en esos momentos. Algunos de los asistentes, no conocían el idioma. Pero sí experimentamos el calor en nuestros corazones. Compartimos esa conexión con el ser humano universal traspasando fronteras culturales, lingüísticas, sociales. Y sí, eres perfectamente capaz de sentirte hermano/a. De comprender el verdadero sentido de la palabra “fraternidad”.
Mirando atrás desde esa perspectiva de los años, te das cuenta que nada de lo que nos sucede es casual. Nuestro destino se consuma en esas pequeñas líneas de meta que nos reconducen, nos desvían, nos vuelven luego al punto de partida…hasta que seamos capaces de comprender.
Ahora entendemos para qué sirvió esa espiritualidad teresiana  desde la mística cotidiana sin intermediarios; me permito sentir lo divino en mi corazón, dentro de mí. 
Ahora comienza a cobrar sentido esa convicción de misión-destino para la cual estamos aquí cada uno y que independientemente de  dónde te escondas, serás encontrado/a; serás despojado/a de la manta que se cubre y se te dará esa mano de apoyo; será entonces cuando escucharás las palabras: “Te necesito en el mundo. Ve, yo te envío”. Aunque no sepas muy bien, a donde se te envía y qué tendrás que hacer. Es como si te sintieras formando parte de ese plan divino de hacer el mundo habitable  y mejor, desde tu pequeña acción cotidiana.


Comentarios

Entradas populares